Galería de gobernantes virtuosos

Se nos critica que condenemos el abuso de poder y la tiranía sin presentar modelos virtuosos que puedan ser tenidos en cuenta para el ejercicio honorable del poder. Van aquí, pues, en esta galería. Algunos gobernaron la mitad del mundo, y otros un espacio comparable a una comunidad de vecinos: por eso, muchas veces no podrán compararse ni sus métodos ni sus resultados, pero todos son ejemplos de buen gobierno.

Lugal (Ensi) Gudea de Lagash (2144-2124 a.C.). Sus reformas, su humanidad y su inteligencia política lograron un largo reinado lleno de construcciones y obras públicas, sin el recuerdo de ninguna guerra.

Faraón Sesostris I (+1926 a.C.). Procuró convertir Egipto en un colosal imperio eficiente y centralizado al que dotó con innumerables obras religiosas y civiles, así como vías de comunicación que resistieron su uso práctico durante largo tiempo. Incurrió, como sus predecesores y sucesores, en muchas vanidades, pero dejó un mundo mejor organizado y más humano que el de la mayoría de las potencias que lo circundaban.

Faraón Amenofis IV, Ajenatón (1372-1336 a.C.). Intentó reformas que humanizaban y centralizaban su reino, al tiempo que lograba mantener sus fronteras gracias a la diplomacia.

Rey de Reyes Ciro II el Grande de Persia, Señor de los Cuatro Confines del Mundo (576-530 a.C.). Creó un imperio capaz de ganarse el respeto y el agradecimiento de todas las religiones, lenguas y culturas. Su nombre es reverenciado hasta el día de hoy.

Dictador Lucio Quincio Cincinato (519-439 a.C.). Su ejemplar sentido de la justicia, del sacrificio y la modestia, y su eficiencia militar y organizativa, valieron tanto para derogar una ley contra los plebeyos como para liberar a Roma de sus invasores, con los que fue magnánimo y generoso.

Sátrapa Artemisia II de Caria (+351 a.C.). Perfeccionó las estratagemas de Artemisia I, sin tener que recurrir al «fuego amigo» o a los «daños colaterales» para preservar con engaños la independencia y seguridad del territorio encomendado a su protección, y, de paso, plasmó lo que podría no haber dejado de ser su simple desgracia personal en una de las Siete Maravillas de la Mundo Antiguo, prueba de la altura artística alcanzada durante su mandato.

Faraón Ptolomeo I Sóter (367-283 a.C.). Consiguió sacar rendimiento político duradero y estable a los triunfos militares de Alejandro Magno, en un régimen que benefició por igual a griegos, egipcios y judíos y que atesoró todo el saber del mundo conocido.

Emperador Ashoka Maurya el Grande (304-232 a.C.). A pesar de haber iniciado su reinado como un tirano sanguinario y belicoso (gracias a lo cual, seguramente, consiguió la inmensa expansión de su imperio), tras su conversión al budismo fue un perdurable dechado de diplomacia, legislación, promoción y defensa del comercio, desarrollo constructivo y respeto a la vida de todos los seres, humanos y animales (este último respeto, pero no el primero, lo compartía con Hitler, de quien se consideraba opuesto en los años 30, así como se consideraba a Qin Shi Huang-di el perfecto paralelo del Führer).

Consejero Gayo Blosio de Cumas (+132 a.C.). Apoyó, al igual que hombres tan intachables como Publio Mucio Escévola, la reforma de los Gracos y, fracasada esta, asesoró a Eumenes III de Pérgamo, antes conocido como Aristónico, en la fundación del régimen político libre e igualitario de Heliópolis.

Rey Juba II de Numidia y Mauritania (52 a.C.-23 d.C.). Admirado por Plutarco, mejoró el mundo conocido y ayudó a reducir el desconocido, a base de fructíferas expediciones científicas.

Emperador César Nerva Trajano, hijo del Divino Nerva, Óptimo Príncipe, antes conocido por Marco Ulpio Trajano (53-117), famoso por su valor, modestia, talento y apreciación del talento ajeno, y su sentido de la justicia que abría permanentemente las puertas de su casa a todo el que quisiera pedirla, y que a la vez las cerraba a las denuncias anónimas. Las virtudes de sus sucesores, llamados los Buenos Emperadores -como Antonino Pío, quien prohibió toda crueldad contra los esclavos y que sus amos pudieran matarlos, usanza que nadie antes había tenido la feliz idea de condenar, y que respetó todos los cultos religiosos-, son sólo su reflejo.

Bienaventurado Emperador Carlos el Grande (742-814). Debió gran parte del progreso de su reinado a su afición por el saber.

Emperador Taizu de los Song, antes conocido como Zhao Kuangyin (927-976). Creador de un sistema puramente meritocrático, sin atención a factores personales como la apariencia, según antes de él se hacía y se estilaba.

Jefe Supremo Éric Thorvaldsson el Rojo de Groenlandia (950-1003). Modelo de colonizador exitoso y pacífico, con una mentalidad práctica y una prudencia que, aunque también fue exhibida por sus continuadores como Thorfinr Karlsefni, no pudo compararse con ellos en la prosperidad que alcanzó y compartió con todos los menesterosos y desposeídos que lo siguieron.

Rey Colomán I el Bibliófilo de Hungría (1074-1116). Negó la existencia de las brujas, prohibiendo su persecución, y evitó los crímenes de los cruzados en su nación escoltando su paso con sus propias armas.

Abadesa Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179). Aparte de regir provechosamente su abadía y fundar, organizar y administrar otras obras religiosas, aconsejó con prudencia al Papa y al Emperador y predicó por el combate del movimiento revolucionario de los cátaros a través de la moralidad y la reforma de las costumbres de las comunidades y jerarquía eclesiásticas.

Sultán An-Nasir Salah ad-Din Yusuf ibn Ayyub, Saladino (1137-1193), cuyo reinado, sin ser perfecto, porque los agentes estatales cometían abusos, como pudo comprobar el viajero Ibn Yubair, y, quizá como él escribía, sin saberlo el soberano, contentó y admiró a musulmanes y cristianos.

Rolandino Rodolfo de’ Passaggeri (ca. 1215-ca. 1300) escribió, con otros notarios, bajo el mando de Bonnaccorso da Soresina, el Liber Paradisus que liberó a los esclavos y convirtió a Bolonia en la ciudad de la Libertad.

Rey Alfonso X el Sabio (1221-1284). Iluminó a Europa con su saber y sus colecciones enciclopédicas de todas las materias, prohibió las mutilaciones por ser el hombre creación de Dios y se rodeó siempre del consejo de los más doctos.

Emperador Mahmud Gazán Ilján, el Grande (1271-1304). Reorganizó y unificó el sistema fiscal, métrico y monetario, propugnó las alianzas diplomáticas (especialmente con Europa, contra amenazas comunes), procuró la redención por el Estado de los esclavos mongoles, y emprendió una obra educativa y artística sin parangón a base de edificios y libros como el que contendría, continuado por orden de su sucesor, la más universal Historia de la Humanidad escrita hasta la fecha, obra de Rashid ad-Din Tabib de Hamadán, cuya disparidad de fuentes prueba el enriquecimiento cultural, absolutamente imposible de rastrear en ninguna otra nación (salvo quizá en la antigua Alejandría de Ptolomeo) que Gazán logró para su pueblo.

Emperador Esteban Uros IV Dusan de Serbia (1308-1355). Promulgó un Código en el que sometía la propia figura del Rey a la isonomía, impidiendo que su voluntad pesara más que la ley.

Rey Casimiro III el Grande de Polonia (1310-1370). Gobernó rectamente a todos sus súbditos, incluidos los judíos, a quienes acogió cuando en toda Europa se los culpaba de la Peste Negra, e intentó convertir su país en un faro intelectual.

Cardenal Gil de Albornoz (1310-1367). Luchó contra los tiranos y revolucionarios, aprendió de ellos y supo atraerlos al bando de la Libertad, legisló, edificó, fundó, evitó la expulsión de los judíos y censuró los abusos de poder del Rey. Su obra legislativa y constructiva aún sigue en pie.

Samuel Ha-Leví Abulafia (1320-1360). Tesorero de Pedro I de Castilla, creó uno de los sistemas fiscales más eficientes de la Historia.

Mandarín Qian Tang (ca. 1368). Ante la orden de extirpar las obras de Mencio del Imperio, bajo pena de muerte, se presentó en la Corte con su propio ataúd expresando que sería un honor morir por tal causa.

Emperador Yongle, antes conocido como Zhu Di (1360-1424). Tras haber llegado al poder por una sangrienta guerra civil, proclamó amnistías, promulgó leyes contra las falsas acusaciones, bajó los impuestos, procuró la autofinanciación del ejército a través de trabajos productivos suplementarios, auspició la mayor colección de textos clásicos de todos los tiempos en la enciclopedia que lleva su nombre, fomentó las relaciones diplomáticas y las expediciones científicas (para lo que comisionó a Zheng He), y renovó el Gran Canal, incrementando la riqueza de muchas ciudades y favoreciendo el comercio.

Rey Sejong el Grande de Corea (1397-1450). Simplificó la escritura para que pudiera ser usada por todos y logró el desarrollo de las artes y las ciencias complejas.

Tlatoani Nezahualcóyotl de Tezcuco (1402-1472). Su gobierno, constructor, unificador y creativo, sobrevivió a las más graves y exacerbadamente violentas amenazas contra su vida gracias a su habilidad y espíritu de sacrificio.

Papa Pío II, antes conocido como Eneas Silvio Piccolomini (1405-1464). Declaró la esclavitud como magnum scelus, ofreció al Sultán de Turquía el Imperio a cambio de la conversión, dejó constancia de su habilidad diplomática en toda Europa y, rechazadas las ofertas de paz, supo aliarse con el poderoso Matías Corvino de Hungría y con el sanguinario Vlad Tepes de Valaquia.

Emperador Askia Muhammad I el Grande de Songhai (1443-1538). Conquistó, pacificó y organizó un vastísimo imperio, atrajo innovaciones productivas, como las de los colonos agrícolas judíos, creó un eficiente sistema fiscal y fomentó las artes, la cultura, las vías de comunicación, el comercio y la diplomacia.

Lord Canciller Santo Tomás Moro (1478-1535). Defendió el Derecho y la Justicia en la práctica y en la teoría (desde la que, por ejemplo, junto a ideas discutibles como la eutanasia con el fin de ahorrar medios de subsistencia, propuso la jornada laboral de 6 horas, que Felipe II, en 1593, subió a 8 horas, distribuidas en las de menos rigor del sol, aunque nunca consiguió hacerla cumplir).

Emperador Yaluddin Muhammad Akbar, ‘el Grande’ (1542-1605), eliminó los impuestos religiosos, exigió la tolerancia y promocionó las artes y las ciencias.

Príncipe Dimitrie Cantemir de Moldavia (1673-1723). Aprovechó extraordinariamente sus escasas oportunidades políticas, supo analizar todas las naciones con las que trató y prever y preparar un futuro en el que cupieran sus ideales ilustrados.

Diputado Thomas Paine (1737-1809). Aunque erró muchas veces en los lugares donde prestar la fuerza de sus ideas, para cuya aplicación llegó hasta a traicionar a su patria (Edmund Burke, con quien polemizó agriamente, y que no era ningún lerdo, tenía razón en cuanto a la Revolución Francesa, y su propia experiencia desengañaría también a Paine de Napoleón y de Washington), puede decirse que casi todo lo bueno que han dado las revoluciones en las que participó pasan directamente por él, y que de él vienen las más honorables ideas de Franklin y Jefferson, del diputado Victor Hugo (al que se deben más hermosos discursos que acciones, si bien estos han sido largamente influyentes, e igualmente se les puede atribuir casi todo lo bueno que haya habido en políticas de líderes de un amplísimo arco ideológico que va de la extrema derecha a Fidel Castro, pasando por todas las formas de colonialismo), o de los anarquistas espirituales como Thoreau, Tolstoi, e incluso de los pacifistas como Gandhi y Lanza del Vasto. Si sus logros inmediatos fueron poco visibles, al menos no se detuvieron ni en el espacio ni en el tiempo.

Emperador José II de Austria (1741-1790). Menos intolerante y despótico que su madre María Teresa y su ministro Kaunitz, aunque en sus esfuerzos centralistas ofendió y enfureció a sus súbditos húngaros y belgas y a sus lenguas (lo que supuso, como la expulsión de los jesuitas, un detrimento de las ciencias), cuando pudo actuar por sí mismo ofreció un programa político de libertades y prosperidad sin igual, que podría haber supuesto, de no haber encontrado tantas oposiciones domésticas y exteriores, la Ilustración sin despotismo, lejos del talante agresivo y despótico de Federico el Grande de Prusia o Pedro el Grande de Rusia. Su promoción de la educación y su intento de control estatal de la Iglesia (que incluyó una visita del Papa orquestada por Kaunitz al servicio del poder secular) también se diferencia del sandinismo de Daniel Ortega en su compromiso contra la censura política y en pro de las libertades, necesarias para que la educación dé verdaderos frutos.

Virrey Bernardo de Gálvez, Conde de Gálvez y Vizconde de Galveztown (1746-1786). Demostró ser un gobernante brillante y benéfico para los intereses de su pueblo tanto en la guerra como en la paz.

Rey Kamehameha I el Grande de Hawáii (1758-1819). Acabó con los sacrificios humanos, promulgó la ley Mamalahoe de respeto a los civiles en los combates, introdujo exitosamente nuevos cultivos (como la piña, traída por Francisco de Paula Marín y Grassi), y amplió, organizó y administró eficazmente su reino, convirtiéndose en un verdadero Padre de la Patria.

Primer Ministro William Pitt el Joven (1759-1806). Luchó contra la corrupción a través del centralismo, liberó a los esclavos, propuso la emancipación de los católicos irlandeses y se opuso a la tiranía napoleónica (que restituyó la esclavitud en 1802).

 

Emperador Maximiliano I de México, antes conocido por Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena (1832-1867). Gobernó con medidas humanas y sabias buenas para todos pero la nación mexicana prefirió un interminable baño de sangre a acatar las disposiciones de su reinado.

Presidente del Poder Ejecutivo Emilio Castelar y Ripoll (1832-1899). Aquí representado como un maestro que enseña derechos y deberes a un pueblo imposible (pero no tanto como el de México para Maximiliano I), defendió la libertad de cultos, el fin de la esclavitud, y la igualdad de las leyes para todas las regiones de España. Tuvo, si no más elevados sentimientos que su compañero Nicolás Salmerón, que renunció a su cargo para no firmar una sentencia de muerte, sí más sentido práctico, lo que le permitió continuar en la vida política para intentar ayudar a su patria.

Presidente Tomás Garrigue Masaryk (1850-1937). Luchó contra el totalitarismo uniendo dos naciones.

Primer Ministro Ignacy Jan Paderewski (1860-1941). Alzó y armó moralmente a su nación todas las veces que le dejaron hacerlo.

Ministro Benedetto Croce (1866-1952). Se opuso a la guerra y al totalitarismo, e intentó la educación científica y moral de Italia.

Presiente Gazi Mustafa Kemal Atatürk (1881-1938). El dictador Kemal, aun a costa de las poblaciones griega y armenia (no sólo molestándolas, como José II a los húngaros y a los belgas, sino erradicándolas por la fuerza), modernizó su país con un talento que no tuvieron los déspotas ilustrados como Pedro el Grande de Rusia, y dotó a Turquía de la capacidad de ser una potencia mundial y un lugar seguro bajo el imperio de una ley justa e igualitaria, si sus sucesores hubieran sido más inteligentes y su población se hubiera formado como él quería. Mantuvo la independencia que no lograron otros imitadores de su modelo modernizador, como el Rey Faysal I de la Gran Siria e Iraq.

Primer Ministro Sri Pandit Jawaharlal Nehru (1889-1964). Prohibió las castas e intentó organizar y mejorar la sociedad india más de lo que la sociedad le permitió. Si la India tiene la oportunidad de ser grande hoy, es gracias a él.

Canciller Konrad Hermann Joseph Adenauer (1876-1967). Supo mantener la independencia, libertad y seguridad de su país con una prudencia y vigor que no conocieron igual en sus sucesores (su caída se produjo por el exceso de celo de su Gobierno en la protección de los secretos de Estado, en tanto que la de Willy Brandt se produjo por lo contrario). Eligió a los hombres adecuados para las funciones adecuadas y en lugar de aplicar teorías puras o manuales abstractos se amoldó a las posibilidades concretas que le brindaba la realidad para lograr la prosperidad económica, sin confesar supersticiosamente ningún sistema concreto y respetando tanto los derechos y libertades de los individuos como la paz y la dignidad de las naciones.

Presidente Lázaro Cárdenas del Río (1895-1970). A pesar de ser un revolucionario izquierdista, logró el consenso de todo el país, hizo las paces con todos, incluida la Iglesia, y trabajó por el beneficio real de todos, incluyendo a los indios y las clases olvidadas. Modelo de político patriota, expropió el petróleo a ingleses y británicos aprovechando su debilidad, vendió el petróleo a las potencias fascistas, recibió beneficios de las súplicas de ingleses y británicos para que dejara de hacerlo, y enriqueció a México acogiendo a los intelectuales españoles del bando derrotado por las potencias fascistas a las que vendió petróleo. Por desgracia, su eficiente y honesto mandato reafirmó la silla de muchas generaciones de políticos nefastos.

Presidente Léopold Sédar Senghor (1906-2001). Su preocupación por la cultura, la educación, la erradicación de la corrupción y los peligros de las doctrinas extremistas dieron como fruto una de las pocas descolonizaciones que no han sido traumáticas ni, como tantas veces ha ocurrido, infinitamente peores que la colonización. Su autoritarismo, menor que el de Yomo Kenyatta y por supuesto que el del Siervo de Dios Julius Nyerere, no desoyó las exigencias de su pueblo, y nunca se pudo decir que gobernara contra él ni, a pesar de no haberse deshecho de la cultura europea, sino precisamente por esto, de servir a intereses extranjeros.

Presidente Václav Havel (1936-2011). Luchó contra el totalitarismo escindiendo dos naciones.

José María Bellido Morillas